Saturday, June 21, 2008

Celebraciones

Este año, después de millones de segundos, llegó a su fin. El 2007, a pesar de su extrañeza, ha sido un gran año. Cumplí 21 años, me gradué de la universidad, conseguí mi primer trabajo, viví en un nuevo país, conocí un nuevo continente, hice muchos amigos, dejé amores pasados y construí nuevas historias de amor. Cuando pienso en cómo pasé las llamadas “fechas importantes” de este año, me doy cuenta que reflejan las peculiaridades del mismo. Mi año nuevo empezó lleno de amor, con Miguel en Barcelona. Queriéndolo mucho, disfrutando esos días juntos, pero sufriendo al saber que la distancia se interpondría pronto entre nosotros. Así fue, y para el 14 de febrero – que en realidad no considero una fecha importante, pero para el propósito de esta carta resulta una buena referencia – Miguel había salido ya de mi vida. Entonces decidí ir a un bar londinense con una gran amiga con la que compartí mucho en Londres, Flavia. También nos acompañó Londi. Un mes después, el día de mi cumpleaños, me encontré en Madrid, lejos de Miguel y cerca de mi madre. La noche de mi santo terminé en un bar bastante peculiar escondido por las calles de esa gran ciudad, con Mariel, peruana pero con quien no había cruzado más de cinco conversaciones antes. Celebramos mi santo juntas, y con la amiga brasilera de la mesa de al lado que nos recordó que somos grandes mujeres. Llegando a la mitad del año, mi vida en Londres llegó a su fin. Dejé esa gran ciudad con el recuerdo de tres años maravillosos. Londres es y será siempre parte de mí, y en las esquinas de sus calles, sembré mi esencia. Me llevé una nueva historia de amor, con Félix, que a pesar de su horrible nombre, me hizo sonreír muchos días. Llegó 28 de julio, y me encontré con aquella gran amiga de toda la vida, Camila, en una casa de playa en Santa María, con gente a quien pocas veces había visto. La pasamos genial. Llegó Halloween – y aquí se aplica lo mismo que con San Valentín – y me encontré viviendo en una nueva ciudad, practicando en la Organización de Estados Americanos, rodeada de nuevos amigos y tomando la mano de un español que dice haberse enamorado de mí. Llegó diciembre y se casó mi hermana, y me reencontré con aquel antiguo amor, tal vez el amor de mi vida, que a inicio del año elegí dejar. Y para Navidad estuve lejos del Perú y de mi familia. Visité a Indu en Nueva York, caminamos mucho, tomamos vino y comimos muy rico. La cena navideña se dio en una mesa dónde el 80% de los integrantes eran chinos. A pesar de todo pronóstico, la pasé muy bien. Y para iniciar este nuevo año, baile de la mano de mi querida amiga Nancy, que a pesar de que nuestra amistad es reciente, quiero mucho. Mi otra mano la tomó Eduardo, nuevo flatmate y gran compañero en estos días de soledad en Washington D.C. Bailamos, tomamos, soplamos pitos y comimos uvas cuando dieron las doce. Brindamos por el gran año que hemos tenido, el año lleno de sorpresas que empieza.

Hoy es primero de enero, y me estremece pensar todo lo que puede llegar a cambiar mi vida en los 366 días que están por empezar. Sin embargo, la magia de la incertidumbre ha logrado conquistarme, y soy feliz y tengo confianza en que pase lo que pase, voy a estar bien. Planeo conseguir grandes cosas, dando siempre lo mejor de mí. Soy joven e increíblemente afortunada. Hoy, aunque esto pueda sonar cliché, tengo el mundo a mis pies. Mi tarea es sacar el mejor provecho de eso, y ayudar al progreso de ese país que vive en el fondo de mi corazón.

Es año bisiesto, lo que significa un día más de vida, de amor y de lucha en este mundo. Un día más de oportunidades para hacer grandes cosas.

1 de enero de 2008, Washington D.C

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