Thursday, September 24, 2009

CORAZÓN PARTIDO

La vida avanza a su propio ritmo, a veces ajeno a mis planes, a mis deseos, y me encuentro un día como hoy, un martes de otoño cualquiera, sentada, o siendo más realista podría decir atrapada, en un pequeño cubículo, gris, infinitamente aburrido. Entonces me pregunto cómo fue que llegué aquí. En qué momento se escapó la vida de mis manos y se fue a pasear por las calles de Washington D.C., sin mi permiso. Mi vida siempre ha sido escurridiza, no lo puedo negar, se escapó a Londres antes, a conocer Europa. Nació en el Perú y siempre estuvo enamorada de esas cuatro letras, pero el mundo es demasiado grande y maravilloso para dejar que pasen los días sin verlo. Entonces me embarqué por sus calles, por el colorido camino del crecer. Mi corazón quedó partido, la mitad se fue conmigo, la otra mitad quedó en la cama que uso desde niña, en mi cuarto, el único que, de todos los que he conocido, verdaderamente ha sido mío. Se niega a dejar su rincón, su hueco, y yo he aprendido a manejarme con un corazón partido. El dolor es permanente, pero como dicen algunos masoquistas de este mundo, sin dolor no se crece. Y que he crecido, no puedo decir que no, la falta de un pedazo de mi corazón hizo a la otra mitad más abierta, más sensible, más apasionada de la vida. El amor de labios de otras tierras, el metro, la nieve en el invierno y las noches interminables de amistad son parte de la lista infinita de cosas aprendidas en mi viaje por el mundo. A pesar de las miles de lágrimas que han caído por mi rostro por el pedazo abandonado de mi corazón, no me arrepiento por un segundo de las decisiones que he tomado, ni le reprocho a mi vida los caminos que ha elegido a lo largo de mis pocos años. Sin embargo, hay días como este, otoños como el de 2009, dónde extraño demasiado. Extrañar-demasiado. Se ha vuelto un sentimiento común en mi vida últimamente, aunque siendo sincera, últimamente sería el equivalente a los 5 últimos años. Si bien extrañodemasiado, poco hago al respecto. Mi vida está un poco cansada, y no sabe bien qué hacer esta vez. El Perú siempre estará ahí, es cierto, pero ahí nunca será igual que hoy. Los días pasan y si bien nada es muy distinto, nada es igual tampoco. Mi corazón ha encontrado un complemento en el mundo, una mitad que lo hace feliz. No por eso olvidará al pedazo en la cama de antaño, pero tiene miedo de volverse a partir. Una vez más, no veo solución más clara que confiárselo a mi vida, que ella decida esta vez a dónde debo ir.

Septiembre 2009, Washington D.C.

Wednesday, May 20, 2009

Prisión de Oro

Hoy me encuentro en el hotel más lujoso de Puerto Príncipe, Haití. Es algo surreal para mi mente, un mundo conocido pero a la vez distinto, una sensación indescriptible de inconformidad, de ingratitud, de egoísmo que atora mis venas sin dejar más oxígeno pasar. Me intoxico de dudas, me inundo de recuerdos que por alguna de esas indescifrables razones de la mente, esta ciudad trae a mi piel. Tal vez es la música que escucho desde esta silla de metal en mi balcón, me recuerda la alegría de la gente, o el humo del cigarrillo que después de algunos días encendí. La muerte del poeta con cuyos versos alguna vez me enamoré. Me recuerdan de ese amor lejano que hoy cumple años, muchos más que yo. De ese amor que hoy vivo intensamente por cada poro de mi piel. Pienso en el amor, ese indescriptible sentimiento, una enfermedad, como lo llama mi querido amigo, una pasión que trasciende al cuerpo, como lo llamaría yo. Y el Perú, como ocurre todos los domingos, se apodera de mi mente, y más aún, de mi corazón. Mi alma vive partida entre dos mundos y me pregunto si esa sensación nunca se irá. Tal vez así nacemos algunos, cuestionadores incansables por naturaleza, seres insaciables de vida, de mar. Tengo 23 años y algunos meses de vida. 23 años que hoy parecen inmensamente largos, un río caudaloso de vida dónde no recuerdo el principio ni logro ver el fin. Cómo entenderme, cómo lograr descifrar la infinidad de emociones que llevo dentro, me apasionan, me ciegan, me presionan hasta dejar las lágrimas correr y el corazón dolido. Cómo saber si soy realmente feliz. Hay días, como este, dónde la causalidad de mis días en este mundo se esfuma, desaparece y me encuentro en una realidad paralela de colores distintos. Colores que mis ojos ciegos no logran percibir. Un mundo asquerosamente injusto. Una vida ridículamente afortunada. Una raíz cortada en mi interior.

Mariana

20 de mayo de 2009, Puerto Príncipe, Haití

Tuesday, February 17, 2009

Rostros Peruanos

Hoy mi alma es el mar bajo la noche de tormentas. Las miles de emociones que crecen en mi interior me llenan de colores brillantes, colores oscuros e irreconocibles a mis ojos. No sé si miedo es lo que siento, pero la aspereza de su causa se le parece. Mi esencia se encuentra entre el Perú y el mundo. Mi corazón se pregunta una vez más dónde quiere estar, dónde se siente protegido, dónde encuentra el mágico calor que ciertos momentos de esta vida son capaces de brindarle. Mi pasión por el Perú es caprichosa e intensa. Lo amo y lo maldigo al mismo tiempo. Es un amor de juventud que cautiva al alma sin por eso dejarla dormir en paz. Lima es la ciudad de mis sueños y mis pesadillas, el hogar de la familia que me vio crecer, que hoy siento que arranco cruelmente de mi piel al partir. Recuerdos que tiñen mi habitación de fotografías, de memorias claras como el agua, dulces como el amor.

Pero Lima, a pesar de su belleza única a mis ojos, es una ciudad de paredes estrechas, de calles rígidas y angostas en las que mi alma siempre sintió que el vuelo no sería posible. No sería posible, tal vez, porque demasiados ojos recaen sobre mí, mientras son ciegos e indiferentes a la miseria de millones de otros. Porque es una ciudad donde la gente que me vio crecer se ha guiado por dioses falsos, dónde las cosas que verdaderamente importan han perdido valor, dónde todos temen a la transparencia de un alma sin prejuicios. Y no me conozco como mujer en estas tierras, no sé ya como sería si algún día decidiera pasar mis días por siempre aquí. He aprendido a volar por el mundo, y aunque no dudo por un solo segundo de cuál es mi hogar, mis sueños se estremecen al pensar que algún día, volveré a vivir aquí.

Incomprensibles como son las emociones, hoy no puedo evitar que caigan las lágrimas de mis ojos al pensar que una vez más dejo al Perú que me vio nacer, crecer, y querer. Dejo los mares de Lima querida, dejo el amor de todas las personas que aquí me quieren. Pero los dejo con la esperanza de volver, con el compromiso de huir para seguir viendo las estrellas que los caminos de esta tierra me ofrecen. Si volveré o no, nadie puede decir, pero lo que no tiene remedio es que el Perú y sus rostros han impregnado mi alma para siempre.

Mariana

Lima, Perú, Enero de 2009

Wednesday, December 17, 2008

L'amour

Después de cientos de días, la dura cascara que enmarcaba a mi corazón se empieza a quebrar. Se resquebraja, y por cada uno de los trazos abiertos que deja entra el aroma de los sentimientos, el color del amor, de la ilusión y las ganas de verte. No sé bien cómo lo hiciste, creo que fue tu infinita ternura, tus detalles de todos los días, tu lucha por hacerte querer por mí a pesar de mis pocas ganas de intentarlo en el comienzo. Pocas ganas porque pensé que sería lo mismo de tantas veces, la misma incomodidad única que se siente al saber que alguien no ríe de lo mismo que tú. Pero tu mirada es sincera, tu pasión me cautiva. Y te empiezo a querer cada día más, y empiezo a querer quererte más allá de mis límites. Te extraño cuando no estás y la incomodidad, a tu lado, me acomoda. Y si pienso en lo que pasará, no lo sé, porque casi no lo he hecho. Tal vez te transformes para personificar el mito del hombre de mi vida, tal vez simplemente seas mi mejor amigo y mi mejor amante por los días que el camino decida. Pero en la coordenada de hoy traes sonrisas a mi rostro, mariposas en cuerpo y colores a mi imaginación. Eso es más que suficiente para sentirme feliz, para recordar lo maravillosa que es la vida, y la apasionante sensación de querer prolongar cada día un poquito más para compartir la cama más minutos contigo. Te empiezo a querer, y no me asusta. Me ilumina.

Chichicastenango, Guatemala
11 de noviembre de 2008

Monday, October 27, 2008

Octubres morados

Octubre trae recuerdos de un mes morado, de días donde empieza a asomarse el sol por la antigua Lima, por sus calles pobladas, su mar, su nostalgia. Y esta tarde gris en las plazas de Washington D.C. me recuerda de dónde vengo, dónde deje mi amor por la vida y la amistad, mi pasión por un país a veces ingrato, a veces distante, que en días como hoy parece incluso desconocido. Mis noches en Perú se nublan de nostalgia, se empañan de demasiados momentos lejos de él. Y una vez más mi alma vuela, se desprenden las anclas, se pudren las raíces y me siento partir, me siento lejos de tus aguas, de tus colores, de tu gente. Entonces te preguntas qué haces realmente aquí, qué vive en tu interior que te impulsa a seguir adelante, o tal vez al costado, quien sabe, pero te arrastra por el río de esta vida, caudaloso, inmenso. Tan ancho que mis ojos no ven más la orilla, será por eso que en días como hoy no sé hacia donde nadar, la arena huyó a mi pies movedizos, el mar parece nunca llegará. Y el amor empieza a aparecer como una extraña roca en la mitad del camino, debería tomarla, debería pasar como si nunca la hubiese visto, no lo sé. Quiero amar nuevamente, quiero aprender una vez más a sentir. Lo haré porque me lo merezco, lo haré porque sin pensarlo mi cuerpo es atraída hacia él, pero debo llegar al mar pronto, debo visitar el Perú que me espera paciente, paciente y resentido, pero abrirá sus puertas y ojala me sepa escuchar.

Washington D.C., 16 de octubre de 2008

Monday, August 11, 2008

Perdida en DC

Hay una voz en mi interior que me habla. Me inquieta todos los días, me cuestiona, pero el gran número de capas invisibles que han brotado entre ella y yo hacen que no la logre escuchar con claridad. Es solo un susurro que no llega a cobrar sentido en mi mente, como una diminuta piedra en el zapato que se siente e incomoda el caminar, siendo invisible a los ojos. Y quiero escucharla, quiero descubrir qué me quiere decir, porque sé que el barco de conciencia que recorre mi interior ha perdido su rumbo. El mapa cambió sin previo aviso, las noches cambiaron de color. Y algo en mi mundo falla, algo me empuja a alejarme a mi misma de mi felicidad, o tal vez haya perdido el sentido de lo que esas nueve letras significan. Y me encuentro perdida en una ciudad ajena, me encuentro sola en tierras con más fronteras de las que conocía. La soledad rasguña mi interior, me hiere, pero ya no le tengo miedo. Al perder el miedo, algunos meses atrás, dejé de huirle. Entonces pasé de escapar a mis grandes temores a encararlos, sin embargo, me faltaron las fuerzas para continuar el camino y deshacerme de ellos. Hemos aprendido a convivir en una simbiosis dolorosa donde todos los días extraño mi hogar, dónde todas las noches me hace falta el amor y en las mañanas solo sé caminar sola. Esto se ha vuelto mi normalidad. Las lágrimas ya no caen por mis ojos y me engañan pensando que crecí, que me hice un poquito más fuerte, pero es solo un espejismo, una ilusión provisoria que no aleja las gotas de dolor que se incendian en mi interior. Entonces no sé adónde escudarme, no sé adónde mirar, no tengo más Norte ni Sur, no tengo a Lima cerca y Londres quedó atrás, y mi presente, mi presente, me acompañas todos los días por las calles de Washington DC, y por momentos quiere convertirse en futuro, pero dudo, dudo porque no sé más qué quiero ni qué espero de esta efímera vida, no sé más dónde se esconde mi felicidad, dónde se encuentran mis sonrisas. Las noches de verano se las llevaron todas, quien sabe dónde, y aunque este pueblo parecía pequeño no las logró encontrar. Y ya no sé si quiero vivir aquí, si quiero volver al Perú, o si quiero viajar a algún lejano lugar del mundo a quién sabe qué. Ya no sé nada, ya no sé quién soy.

Washington DC, 11de agosto de 2008

Sunday, July 6, 2008

Lejos de Ti

La vida lejos de mi país es como un camino espinoso con días de sol, dónde las estrellas brillan todas las noches y las calles me muestran un nuevo color del mundo en cada una de sus esquinas, sin embargo, los recuerdos de todos los días, un olor, una fotografía o una simple aventura de mi imaginación me recuerdan que me encuentro lejos, y que cada día que pasa esa pared que me aleja del Perú se hace un poquito más alta, un poquito más gruesa, un poquito más. Y me duele pensar qué será de mí lejos de la antigua ciudad de los reyes, de los días grises y las mujeres florero que desfilan en mi sociedad. Pero por alguna extraña razón fui yo quien escogió esta vida, fui yo quién decidió partir hace casi cuatro largos años, para vivir, para conocer las calles del mundo y encontrar la esencia más profunda de mi ser que se ahogaba en las noches limeñas. En gran medida, la encontré, la exploré, la amé y la reproché a la misma vez. Me quise y me odie. Me quise ir, y quise desear nunca haberlo hecho. Quise volver y cuando llegué, huir corriendo. Quise y también logré muchas cosas. Logré quererme en soledad, logré que un libro y un lapicero sean suficientes para hacerme sonreír. Empecé a disfrutar de los interminables domingos sola, de las salas de cine cada semana, de los largos cafés con amigos que un día, sin que me diera cuenta de ello, pasaron a ser mi familia. Amores vinieron y amores fueron, así como las lágrimas, las sonrisas y el dolor. Y mi familia hoy vive en mi corazón pero hay algunos días, siempre algunos más que otros, donde me duele tenerlos lejos, donde me hiere su ausencia, donde la soledad, a pesar de hoy ser mi gran amiga, me recuerda el sabor amargo de su ser. Hoy es un día se esos, tal vez porque es domingo por la noche y estoy una casa sin nadie más, tal vez porque vi a las amigas que me vieron crecer riendo juntas y recordé que he dejado de ser parte de eso, que hace mucho me fui y aunque cada vez que vuelvo siento que aún me quieren, sería iluso pensar que todo es igual. Porque dejé un camino por otro, y si bien he crecido y disfrutado cada instante del que elegí, hoy no puedo evitar preguntarme qué hubiese pasado si elegía el Perú como mi destino, el Perú que siempre pensé lo sería pero de un día al otro se hizo a un costado para dejar al mundo pasar. Y pensar en el quehubiera no tiene demasiado sentido, pero cuando extraño mi hogar ese peculiar concepto se apodera de mí. Si pienso las cosas con claridad, sé que hoy soy feliz y que el Perú me espera. Solo debo estar segura de no hacerlo esperar para siempre.


Washington D.C, junio de 2008