Tuesday, February 17, 2009

Rostros Peruanos

Hoy mi alma es el mar bajo la noche de tormentas. Las miles de emociones que crecen en mi interior me llenan de colores brillantes, colores oscuros e irreconocibles a mis ojos. No sé si miedo es lo que siento, pero la aspereza de su causa se le parece. Mi esencia se encuentra entre el Perú y el mundo. Mi corazón se pregunta una vez más dónde quiere estar, dónde se siente protegido, dónde encuentra el mágico calor que ciertos momentos de esta vida son capaces de brindarle. Mi pasión por el Perú es caprichosa e intensa. Lo amo y lo maldigo al mismo tiempo. Es un amor de juventud que cautiva al alma sin por eso dejarla dormir en paz. Lima es la ciudad de mis sueños y mis pesadillas, el hogar de la familia que me vio crecer, que hoy siento que arranco cruelmente de mi piel al partir. Recuerdos que tiñen mi habitación de fotografías, de memorias claras como el agua, dulces como el amor.

Pero Lima, a pesar de su belleza única a mis ojos, es una ciudad de paredes estrechas, de calles rígidas y angostas en las que mi alma siempre sintió que el vuelo no sería posible. No sería posible, tal vez, porque demasiados ojos recaen sobre mí, mientras son ciegos e indiferentes a la miseria de millones de otros. Porque es una ciudad donde la gente que me vio crecer se ha guiado por dioses falsos, dónde las cosas que verdaderamente importan han perdido valor, dónde todos temen a la transparencia de un alma sin prejuicios. Y no me conozco como mujer en estas tierras, no sé ya como sería si algún día decidiera pasar mis días por siempre aquí. He aprendido a volar por el mundo, y aunque no dudo por un solo segundo de cuál es mi hogar, mis sueños se estremecen al pensar que algún día, volveré a vivir aquí.

Incomprensibles como son las emociones, hoy no puedo evitar que caigan las lágrimas de mis ojos al pensar que una vez más dejo al Perú que me vio nacer, crecer, y querer. Dejo los mares de Lima querida, dejo el amor de todas las personas que aquí me quieren. Pero los dejo con la esperanza de volver, con el compromiso de huir para seguir viendo las estrellas que los caminos de esta tierra me ofrecen. Si volveré o no, nadie puede decir, pero lo que no tiene remedio es que el Perú y sus rostros han impregnado mi alma para siempre.

Mariana

Lima, Perú, Enero de 2009

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