Tuesday, July 1, 2008

Llamemosle Felicidad

Hace días que no escribo, y empiezo a pensar que es tal vez por eso que la ansiedad no quiere abandonar los poros de mi piel. A veces tengo la percepción de que cuando algo bueno nos pasa, vienen todos los colores juntos, hermosos, a tocarnos la puerta. Con el mismo entusiasmo, cuando se desata el primer evento negativo un domingo por la tarde, los cielos grises nos abrazan intensamente día tras día, noche tras noche. Entonces te dices a ti misma que ya pasará, que ya fueron suficientes momentos eternos, pero siempre llega otro, nuevo e impredesible, encargándose de hacerte reir de ti misma una vez más. Al menos los últimos meses en Londres te han enseñado a reír de ti. Las lluvias repentinas que se encargan lavar tu rostro y dejar un plumero en tu cabeza precisamente el viernes por la noche; las salidas de un martes de abril con un desconocido que aparentemente es muy gracioso pero tu nunca logras descifrar lo que tanto lo hace reír. Los domingos en la biblioteca, los días sin sol y las noches sin sueño, las sabanas sucias y los zapatos rotos.

No sabes bien qué pasará en los próximos meses. Cómo se desenvolverá tu vida, si te podrás llamar feliz, si extrañarás aquella ciudad gris de la que hoy tanto te quejas, si no te reconocerás sin la soledad que hoy te acompaña en las noches….si serás tú o conocerás una nueva versión de lo que eso significa.

Lo único que mis ojos me permiten ver hoy es que la felicidad debe nacer de eso que llamo alma, eso que no puedo concretizar en palabras, que no tiene un significado religioso pero va mas allá de lo mundano; aquello que constituye nuestra esencia más allá de nuestros días contados en esta tierra de ilusión. De ahí deben crecer mis sueños, mi seguridad, y mi ser. Confiemos en que puedo lograrlo.

Londres, 2007

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