Saturday, June 21, 2008

Celebraciones

Este año, después de millones de segundos, llegó a su fin. El 2007, a pesar de su extrañeza, ha sido un gran año. Cumplí 21 años, me gradué de la universidad, conseguí mi primer trabajo, viví en un nuevo país, conocí un nuevo continente, hice muchos amigos, dejé amores pasados y construí nuevas historias de amor. Cuando pienso en cómo pasé las llamadas “fechas importantes” de este año, me doy cuenta que reflejan las peculiaridades del mismo. Mi año nuevo empezó lleno de amor, con Miguel en Barcelona. Queriéndolo mucho, disfrutando esos días juntos, pero sufriendo al saber que la distancia se interpondría pronto entre nosotros. Así fue, y para el 14 de febrero – que en realidad no considero una fecha importante, pero para el propósito de esta carta resulta una buena referencia – Miguel había salido ya de mi vida. Entonces decidí ir a un bar londinense con una gran amiga con la que compartí mucho en Londres, Flavia. También nos acompañó Londi. Un mes después, el día de mi cumpleaños, me encontré en Madrid, lejos de Miguel y cerca de mi madre. La noche de mi santo terminé en un bar bastante peculiar escondido por las calles de esa gran ciudad, con Mariel, peruana pero con quien no había cruzado más de cinco conversaciones antes. Celebramos mi santo juntas, y con la amiga brasilera de la mesa de al lado que nos recordó que somos grandes mujeres. Llegando a la mitad del año, mi vida en Londres llegó a su fin. Dejé esa gran ciudad con el recuerdo de tres años maravillosos. Londres es y será siempre parte de mí, y en las esquinas de sus calles, sembré mi esencia. Me llevé una nueva historia de amor, con Félix, que a pesar de su horrible nombre, me hizo sonreír muchos días. Llegó 28 de julio, y me encontré con aquella gran amiga de toda la vida, Camila, en una casa de playa en Santa María, con gente a quien pocas veces había visto. La pasamos genial. Llegó Halloween – y aquí se aplica lo mismo que con San Valentín – y me encontré viviendo en una nueva ciudad, practicando en la Organización de Estados Americanos, rodeada de nuevos amigos y tomando la mano de un español que dice haberse enamorado de mí. Llegó diciembre y se casó mi hermana, y me reencontré con aquel antiguo amor, tal vez el amor de mi vida, que a inicio del año elegí dejar. Y para Navidad estuve lejos del Perú y de mi familia. Visité a Indu en Nueva York, caminamos mucho, tomamos vino y comimos muy rico. La cena navideña se dio en una mesa dónde el 80% de los integrantes eran chinos. A pesar de todo pronóstico, la pasé muy bien. Y para iniciar este nuevo año, baile de la mano de mi querida amiga Nancy, que a pesar de que nuestra amistad es reciente, quiero mucho. Mi otra mano la tomó Eduardo, nuevo flatmate y gran compañero en estos días de soledad en Washington D.C. Bailamos, tomamos, soplamos pitos y comimos uvas cuando dieron las doce. Brindamos por el gran año que hemos tenido, el año lleno de sorpresas que empieza.

Hoy es primero de enero, y me estremece pensar todo lo que puede llegar a cambiar mi vida en los 366 días que están por empezar. Sin embargo, la magia de la incertidumbre ha logrado conquistarme, y soy feliz y tengo confianza en que pase lo que pase, voy a estar bien. Planeo conseguir grandes cosas, dando siempre lo mejor de mí. Soy joven e increíblemente afortunada. Hoy, aunque esto pueda sonar cliché, tengo el mundo a mis pies. Mi tarea es sacar el mejor provecho de eso, y ayudar al progreso de ese país que vive en el fondo de mi corazón.

Es año bisiesto, lo que significa un día más de vida, de amor y de lucha en este mundo. Un día más de oportunidades para hacer grandes cosas.

1 de enero de 2008, Washington D.C

Dos Rosas

Si pudiera llorar, lo haría, pero hace muchos días que las lágrimas dejaron de visitar mi rostro.

Hoy es uno de esos días donde El Sentido escoge perderse por las esquinas de mi habitación. Trato de encontrarlo con la mirada, de tocarlo, o tan solo de olerlo; pero ha decidido alejarse celosamente de mi. Tal vez yo lo espanté sin darme cuenta. Tal vez entre tantos días sin horas y noches sin sueños, le hice saber que no lo necesitábamos más por aquí. Claramente, el mensaje no fue el adecuado ya que hoy nos hace más falta que nunca. Tal vez si miro bien bajo la ropa que descansa en la alfombra de mi cuarto lo encuentre. Aunque esa ropa lleva ya muchos días ahí, no me he dignado a levantarla, y ahora que lo pienso, su camino al closet fue interrumpido más o menos por aquellos días donde empecé a perder a El Sentido. Cuando pierdo las ganas por algo aún no descubro como evitar el contagio directo del virus a todo el resto de mi cuerpo. Y mi ropa no llega a la lavadora, mis platos conocen la comida por muchos días. Mis horas pasan lentamente, sin saber adonde se van los minutos. Y de pronto llega esa mañana de abril oscura; abril dónde lo que más deseas es ver al sol y el hijo de puta se sigue escapando de ti. Te levantas con la alarma del celular que te acompaña hace tantos días, caminas entre sueños al baño al final del pasillo, y colisionas directamente contra tu realidad, sin cinturón de seguridad ni bolsa de aire que te proteja. Entonces te preguntas cuando fue que ocurrió la metamorfosis. No eres una cucaracha – por suerte tuviste un mejor destino que Gregorio Samsa – pero ya no sabes si eres tú. Cómo fue que se endureció tu alma tan repentinamente. Cómo pasaste de ser una niña dulce y enamorada a convertirte en una mujer, fuerte y tal vez incluso solitaria. Siempre fuimos la misma; esa esencia de ser sensible nunca nos dejará ir. Pero del mismo tallo crecieron dos rosas, una pequeña y una grande, una con miedo y una valiente, una que quiere sentirse amada siempre y una que ha aprendido a temerle al amor. Dos rosas de distintos colores, de olores que nos recuerdan a lo mismo pero sabemos son diferentes. Dos rosas solas en este mundo. La pequeña es mi pasado y las más grande es mi futuro. Cuál soy yo hoy en día, es todavía parte del misterio.



Londres, abril de 2007

Tuesday, June 17, 2008

Corazón

Hoy me siento extraña. Me siento ajena a mi cuerpo, atrapada dentro de él, luchando vehementemente por escapar pero no me deja, la piel que me cubre ha tomado a mi alma prisionera. Y no sé bien qué hacer, como calmar las ansias que me envuelven. En el cuarto de mi mente hoy se apagó la luz. No puedo ver con claridad qué me apena, qué me cubre los ojos de negro y me priva del sol. Arrastro una piedra, piedra que ha sido siempre parte de mi cuerpo pero por razones que no logro comprender hay días en los que pesa desproporcionadamente más. Días incluso dónde es tan pesada que me cuesta seguir avanzando con ella. Lo peculiar es que no sé bien de qué parte de mi cuerpo cuelga, no puedo ver cómo es que se aferró a mí y en consecuencia soy incapaz de deshacerme de ella. Entonces lucho por seguir avanzando, lucho por ser cada día más fuerte y arrastrar mi cuerpo por el camino que tengo frente a mí a pesar del peso, a pesar del dolor. Hay días dónde lo logro con mucho éxito, dónde mi piel se insula de forma inexplicable y avanzo sin parar, hasta hay días en los que corro y salto, y la piedra parece haber desaparecido. Hay otros, como hoy, dónde el peso me vence, y quiero luchar porque no lo haga, vete, aléjate de mí que no puedo detenerme, sería demasiado dañino. Le temo a la inmovilidad. Le temo a la posibilidad de no encontrar la puerta para salir corriendo. Tal vez le tema a más cosas de las que a veces quiero creer, pero de alguna forma aprendí a vivir con el miedo como un gran aliado y de pronto esa sensación oscura mutó en valentía, en ganas de probarle al mundo que sí puedo. Que a pesar de mis pocos días en este planeta, de mis grandes defectos y la eterna incertidumbre que me viste, a pesar de todo eso, yo puedo. Entonces pienso que en algún momento empecé a hacer conmigo misma lo que no me gusta que otros me hagan a mí. Me conté la historia, me vendí el cuento. No diría que es un engaño, porque lo reconozco y todavía me acuerdo el día en que fui a la tienda en su búsqueda. Diría, sin embargo, que ha sido una forma de aferrarme al mundo después del dolor, de mantener mis pies en esta tierra a pesar de la levedad de mi alma, de seguir adelante no solo cuando no hay quien tome mi mano, cuando no hay quien me tome en sus hombros y me lleve a donde él quiera ir. ¿Pero he buscado, acaso, esa mano que me guía cuando no distingo la luz? Hace algunos meses dejé de hacerlo, tomé la decisión de que no necesito de otras manos para salir adelante, tal vez equívocamente, porque mi corazón sabe que en el fondo de mi alma, continúo con la esperanza de que algún día vuelva a aparecer. Y si ahora trato de llegar a lo que me dijeron es una conclusión, no veo el camino racional de argumentación a hacerlo. Y es seguro porque Pascal tenía razón y el corazón tiene razones que la razón no entiende. Mi corazón, aunque no lo he querido ver, tiene muchas, muchísimas más de las que a veces creo posible. Corazón sensible que siempre me hizo distinta, que me hizo única, para mi suerte o mi desdicha, aún no lo sé.

Washington, D.C., 2008

Metamorfosis

Hoy no tengo claro quién soy, y menos aún qué quiero hacer de la vida que me ha tocado. Por qué razón se alinearon los astros de cierta manera para darle luz a mi existencia, no lo sé, y tal vez nunca lo sepa. Lo que me queda claro, sin embargo, es que ya estoy aquí, sobrela faz de esta tierra que lucha por sobrevivir entre 600 millones de personas que la pisan diariamente. Algunos en la montaña, otros junto al mar. De ojos rasgados o piel oscura, de Adán o de Eva, de día y de noche, todos luchamos por ser felices. Felices, justamente. Pero hoy no sé bien lo que es la felicidad para mí. Se han vuelto nueve caracteres que unidos, no logran tener la consistencia necesaria para traer sentido a mi mente. Tú te fuiste y mi corazón perdió Norte. Yo escapé y aprendí a vivir sola, sin ti, sin ellos, sin ninguno de esos pequeños puntos en la pared blanca que solían trazar el camino de lo que algún día llamé felicidad. Y sin estrellas que me guíen, las posibilidades son infinitas pero las dudas sobre cuál camino debo tomar son aún más. Tengo miedo de querer, y a veces temo haber perdido las ganas de ser querida. He aprendido a huirle a mis emociones, a congelar como un témpano de hielo aquello en mi interior que antes fue una gran nube de vapor. Aquella sensibilidad que por tanto tiempo fue el amuleto que me traslucía se ha escondido en algún rincón oscuro de mi ser, ajena a mis ojos, indiferente. Tú me dices que me amas y yo te explico, crudamente, que congelé nuestros recuerdos. No me explico aún como fui capaz de hacerlo, pero así, de un día al otro, oculté en el escondite perfecto todo aquello me recordase a ti, a mi a tu lado, a nosotros. Mi vida cambió y seguí adelante como nunca imaginé podría, y sin darme cuenta me hice otra, me hice confiada e independiente, me hice la mujer que soy hoy, a quién no sé si temerle o admirar, no logro aún descifrarla. En alguna extraña transición en los últimos años empecé a pensar más en mí que en los demás. No me arrepiento, no hubiera hecho ni una fracción de las miles de cosas que he logrado si no fuera por esa metamorfosis que se apoderó de mí. Pero tal vez hoy necesite a los otros de vuelta, necesite escuchar qué piensan de mí. Qué ve el mundo en mi persona. Sola no logro encontrar la salida del laberinto. He perdido el instinto, y por muchas cosas que pueda hacer en soledad, hoy sé que necesito de un equipo. Una voz aquí, un consejo allá. Irónicamente, soy yo misma quién se aleja de estas señales. Tal vez por miedo, tal vez tan solo por ser testaruda.Quién sabe.

Washington D.C, 2007

Te vas

Ya te vas. Y luego me voy yo, es cierto, pero por alguna razón no logro desprenderme del sentimiento de que me dejas. Dejas de tomar mi mano todos los días. Mano que ha logrado fundirse con mi piel, intensamente, y que hoy será doloroso separar. Y tú me dices que vea el lado bueno de las cosas, que no deje de sonreír. Y es verdad, tengo mucha suerte, pero a pesar de mi dicha el dolor se apodera de mí y exprime a mi alma, y las lágrimas fluyen como cuando nace un río en la montaña, transparentes, consecuencia de la lluvia interna de mis emociones, lluvia que me gustaría poder detener pero aún no aprendo como hacerlo, aún no me parece posible.

Y será un año de soledad, de profundidad, pero sobre todo de ese algo especial que no se como se llama, de esos colores que llevan al alma del cielo a la tierra, del sol a la luna, desconcertándola, asustándola, dibujando la vida en un papel de seda tan frágil como la felicidad.

Y temo olvidarte. Temo dejar de recordar quién eres, quienes somos, si somos uno o dos, o tal vez tres, o veinte. Temo despertar un día siendo víctima de la amnesia. Amnesia que irónicamente sé suele ser conciente. Porque dicen que el ignorante vive en la felicidad, que quien olvida deja de sufrir. Y yo no lo sé, no lo creo, pero no puedo negar que no deja de tentarme. Es ese camino conformista que haría las cosas más fáciles, que pondría una barrera los riachuelos de mis ojos para que dejen de fluir. que pondría una negra barrera, también, a sentir tan intensamente como lo hago hoy, a amar con la pasión con la que hoy te siento, a lograr que mi esencia sienta tanto que se funda como el metal cuando toca el fuego, hermosamente, para volverse líquida y deslizarse por el mundo, cargada de la energía de mi interior.

Lima, 2006

Miedo

Entonces uno no sabe bien qué quiere de esta vida. Se nublan los pensamientos, se mezclan el humo de los viejos carros limeños con el aire puro que sólo a las afueras podemos respirar. Se tiñen nuestros sueños de diversos colores, y la esperanza va adquiriendo formas extrañamente innovadoras, nunca antes concebidas por nuestro cerebro. O al menos por el mío.Cuando el futuro se vuelve incierto y la incertidumbre crece sin control, tengo miedo. Es gracioso, como el miedo es algo que se "tiene". Algo que de pronto se vuelve parte de uno, un sentimiento tan real que parece tener la capacidad física para retorcer nuestras entrañas, para hincarnos el pecho con un instrumento puntiagudo y a la vez ser como una red que aplasta nuestro corazón.

El amor en cambio no se "tiene" si no que se "siente", se experimenta por medio del cuerpo, y a mi parecer también el alma. Porque algo tan profundo no puede ser totalmente mundano. Tiene un toque de espiritualidad, espiritualidad que no sé como explicar ni de donde viene, que no conozco pero aún así logra convencerme de que es real.Si "tengo" miedo pero "siento" amor, tal vez del primero pueda deshacerme. Algo que tengo lo puedo dejar, mientras algo que siento, es más complicado ya que las causantes de la sensación no están siempre bajo mi control. Si soy capaz, entonces, de dejar eso que por alguna debilidad de mi cerebro adquirí, pues la paz está cada día más cerca.

No quiero tener más miedo. No quiero tampoco dejar de sentir. ¿Pero acaso no van de la mano? ¿No es el sentimiento tan sobrecogedor del amor el que me hace poseer al miedo? Miedo de perderte, miedo de estar lejos de ti. Miedo de empezar una nueva etapa donde ya no podrás tomar mi mano. Miedo de dar pasos sin ver a tus pies siempre al lado. Miedo de que esta aventura tan hermosa llegue a su fin. Miedo de que caiga el castillo de mis sueños, de que las noches se apoderen de mi.

Miedo de "tener" miedo. "Tener" miedo de sentir.
Miedo del que hoy me propongo a deshacerme. Ya no te quiero tener cerca. Quiero alejarte y remplazarte por ilusión, por ganas de salir a conquistar al mundo, de seguir amando a aquel que se va a pesar de la distancia, de disfrutar la esquina hermosa de la vida, intensamente, siempre.

Londres, 2005

Días Negros

A veces es difícil saber por qué estamos en este mundo, porque pasan las horas y seguimos en él, como es que avanza el tiempo y hacia donde nos lleva, por qué es el cielo de color azul, el chocolate tan rico y el sonido de ciertos instrumentos musicales tan conmovedor. Pero supongo que no podemos tener respuestas a todo. A veces hay que continuar, y tratar de apaciguar a ese rincón de nuestra mente que tanto insiste en perseguir verdades, en acosar certidumbres tercamente, a pesar de saber que nunca las encontrará. Irónicamente, es una vez que tratamos de calmar esa pasión por la ignorancia, que surgen las dudas más estrepitosamente extrañas, surrealmente existenciales. ¿Cómo es que podemos vivir sin saber por qué lo hacemos? ¿Somos acaso tan mediocres como especie que aceptamos nuestra estadía en esta tierra como un hecho sin precedentes ni futuro? Es tal vez ahí que surgen las religiones, sean ultra o intra mundanas, fanáticas o esotéricas, reales o ficticias. Cultos extraños a todo tipo de seres. Rituales mágicos que nos aseguran una vida cómoda en el tan controversial mundo del Más Allá. ¿Es, entonces, tan sencillo como seguir un manual de instrucciones, el asegurarnos un futuro próspero en lo que sea que venga después? Para algunos, parece que basta y sobra. Para otros, lamentablemente, la lista de quehaceres que otorga pases a una vida celestial no es del todo confiable. Es ahí, dónde para nuestra desdicha, el asunto se torna de color cada vez más oscuro, pasando del rosado al rojo, del celeste al azul. La tan melosa pregunta del por qué estamos acá nos acosa tanto como la publicidad de Coca Cola. Se apodera de nuestras mentes, cautivándola, tentándola en cada esquina, reapareciendo cada vez que estalla una bomba, cada vez que Bush declara una guerra. Cada rostro de un niño haciendo malabares en las calles de Lima la alimenta aún más. Entonces, es como si la interrogante cobrara vida. Empieza a crecer en todas sus dimensiones (yo, personalmente, la imagino como un signo de interrogación de muchos colores y texturas, que va agrandándose exponencialmente hasta tener el potencial de causar la muerte por susto, o ahorco, a cualquiera), ya no se le puede detener. Por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, Por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, Por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué, por qué…¿por qué carajo estamos acá? El signo gigante no da respuesta. Así pues, empezamos a pasar nuestras vidas cargando a ésta alucinante manifestación de la duda en nuestras espaldas. Mi teoría es que por eso nos jorobamos con los años, y así mientras más viejos nos hacemos, menos queremos movernos. Los años pasan y el signo gigante no cesa de crecer. Pronto, pues, nos veremos metidos en nuestra cama, sin ganas de pararnos ya porque nos falta la fuerza hasta para cargarnos a nosotros mismos, lo que hace imposible que podamos seguir transportando, silenciosamente, a nuestro eterno compañero. Además, mientras avanza la vida vamos perdiendo las esperanzas de encontrar verdades que valgan la pena. Ya no quieres salir a descubrir el mundo, porque sabes la gran mierda que puede ser. Ya no quieres luchar por la justicia, porque has pasado a darte cuenta que en un mundo tan podrido no hay espacio para la bondad. Ya no quieres ir a mirar las estrellas, porque tu retina se ha ido nublando con los años, y hoy ya no vez más. Y aún así, si la nueva tecnología del siglo XXI llegara a crear un nuevo aparatito que te puedas sobar por la cara y borre tus arrugas, pasar por el cuerpo y haga crecer tus músculos, y apretar un botoncito y se transforme en un mini-carrito por si a pesar del rejuvenecimiento te cansas, el daño es más profundo; tan hondo que ni la más moderna tecnología llegará a él jamás. Porque conforme van pasando los segundos, minutos, horas, y finalmente, los larguísimos días; llegará un punto en dónde nuestro ojos habrán visto demasiadas muertes, nuestros oídos escuchado la explosión de demasiadas bombas, nuestra nariz olido demasiada podredumbre, nuestra boca ingerido demasiada basura, nuestra piel sentido demasiado dolor, nuestros ojos, nuevamente, botado demasiadas lagrimas…y nuestra alma vivido asombrosamente demasiado como para querer seguir siendo parte de este mundo; y como para poner en duda una vez si es qué todo esto realmente valió la pena.

Lima, 2004

Existe un Fin al Final del Camino

Es gracioso tratar de entender como es que funcionamos. A mi parecer, somos una especie bastante peculiar, con infinitas formas de entender nuestro paso por este mundo, victimas de tormentos generados por nuestra propia mente, protagonistas de historias trazadas gracias a la que es, tal vez, nuestra más poderosa herramienta: la creación. Entre los infinitos posibles gametos producidos por mis padres, ¿por qué habré sido yo el elegido? Nacemos para unirnos a la gran familia de la humanidad. Actuamos para tener algún tipo de trascendencia en ella. Morimos cuando llega la hora de partir, y me gustaría decir que es para ir a parar a un “lugar mejor”, pero la verdad es que, primero, no lo sé; y segundo, que no concuerdo con la idea de vivir pensando en una realidad que no sea la que nos aferra a la vida en el presente. Hay que vivir el ahora, o llegaremos al fin y recordaremos la triste frase del “si pudiera vivir nuevamente mi vida…”. Supongo que es imposible acabar con todos nuestros sueños e ilusiones en esta tierra antes de morir, ya que si algo como esto pasara, sería tal vez la propia causante de nuestra decadencia. Sin embargo, me gustaría poder pensar que llegaré al fin de mis días y miraré atrás con una sonrisa, orgullosa de haber luchado en cada día de mi existencia por volver mundanos, y poder palpar entre mis manos, algunos de mis más grandes sueños.

Ahora; tal vez uno de los errores más aberrantes del hombre moderno es el dejar todo para un “después”, que por supuesto no ponemos en duda debido a la tentadora mentira que nos dice que la ciencia ha alcanzado tal auge en su desarrollo, que ahora tenemos el control de nuestro destino. Lo cotidiano gobierna sobre lo trascendente. Somos ahora prisioneros de una mecanizada rutina, celosamente cerrada para evitar que podamos huir. No moriré mañana, pues ya me hice un chequeo completo y no me diagnosticaron nada. No moriré mañana, pues tengo que ir a trabajar o me descontarán el sueldo a fin de mes. No moriré mañana, es mi santo y ya me confirmaron todos que vendrán a mi comida.

Pero aún no somos tan poderosos, señores, y felizmente. La vida todavía es más fuerte que el hombre, la naturaleza aún no acaba de subyugarse a su dominio, el futuro permanece indescifrable. No importa cuantas máquinas creemos para alargar por una milésima de segundo nuestras ya miserables vidas, porque aunque tal vez tengamos éxito en el estrechamiento de nuestros días, nunca lograremos hacerlos durar para siempre.

El hombre será clonado. Renaceremos una y otra vez. Explotaremos los pocos recursos planetarios que aún no acabamos de derrochar. Crearemos bombas nucleares que luego haremos explotar. Mataremos inocentes, reviviremos culpables. Construiremos un mundo a nuestra medida si así lo deseamos. Todo. Hoy queremos Todo lo posible. El hombre ha perdido su humildad, ¿o es que acaso nunca la tuvo?

Por eso tal vez los seres piensan cada vez menos en el final de su vida. Por eso para muchos, el fin está aún demasiado lejos como para valer la pena. Hoy les quiero recordar que aunque parezcamos cada día más omnipotentes, todavía no desciframos la pócima para la eternidad. La juventud no dura para siempre mujer, no te engañes. Esa jalada de cara, esas pastillas quema-grasa, y esa vigorexia que se ha apoderado cruelmente de tu vida, lamentablemente y contra todo pronóstico, no evitarán tu tan temido envejecimiento. Personalmente, me da asco sólo pensar en la esquizofrenia estética que se apodera de mis compatriotas, y lo que es peor aún, tal vez también de mi. Hasta qué punto podemos ser tan egocéntricos, cuánto más avanzará nuestro desbocado titanismo. Desesperadamente la busco, pero aún no encuentro a la estrella que me revele la verdad.

Quiero enseñar que sí hay un fin, y que tal vez está más cerca de lo que creemos. Aprendamos a vivir sabiendo que de repente moriremos mañana, que tal vez en un año tendremos más arrugas, que existe la posibilidad que al poner el punto final en esta reflexión, de mi último respiro de vida. No se trata de vivir obsesionados con el fin, compañeros, pero tampoco de creer que evitaremos su llegada. Momentos son, momentos pasan. Momentos van y vienen. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora,( y agrego), por perseguir un mañana que imaginas mejor.

Lima, 2004

Sin saber

Y hoy necesito crear más poesía, embriagarme en nubes de color que me digan por dónde ir, que me acojan como mi hogar, como el hogar que ya no tengo y hoy extraño, triste al saber que nunca más lo tendré. Porque nací para nadar por el mundo sin destino, para vivir donde sea que me lleve esta vida, sin hogar, sin permanencia física en ninguna parte, con un poco de todo, con mucho de nada, conmigo y sin mí, a tu lado y sola, de tu mano caminando por el mundo en soledad.

Y no sé a donde voy, y no logro acordarme de donde vengo. Sé que partí de alguna parte, sí, algún origen yace en mi interior, pero hoy es muy difuso, se pintó de vida y de caminos que lo cubren, que lo enmantelan sin dejar a mis ojos ver.

Y no me entiendo, y no puedo acabarme de conocer. Extraño al amor, le temo al frío.

Un Mundo Verde y Azul

Naces con cada día
Con cada milésima de tiempo
De espacio
De dimensión mundana
De la que sin querer
Eres parte

Entonces,
Estas destinado a vivir
Sin, irónicamente
Saber lo que esto significa

¿Quien te enseñara, pues
Como hacerlo?

Temes
A nunca poder aprender
Lloras
Pensando que la felicidad
No fue hecha para ti
Porque eres distinta
Y porque a veces
Nadie te entiende

Que haces,
Con este alma que reposa
En tus manos
Como darle un curso
A ese mar tormentoso
De sensaciones inagotables

Solo el caos puede definirte
Solo en el sueño encuentras lo real
Porque tal vez no seas de verdad
¿Que es pues, la realidad?

Un mundo verde y azul
Con patas moradas
Y alas celestes
Que vuela
Y te lleva con el
Por un espacio inexistente
Inconcebible para tu circunscrita mente
Aunque es probable
Que no sea ella la limitada
Si no las paredes de tu ser
Las que, cruelmente, la encarcelan

Lima, 2004

El Mundo y Nosotros

El árbol que veo hoy por mi ventana empieza a florecer.
Las pequeñas hojas de color verdoso nacen de cada una de sus cientos de ramas, llenando de color las calles del mundo, devolviéndole la vida a la ciudad que por tantos días se escondió bajo la luz tenue de sus noches.

El cielo, transparente como el agua, deja caer la luz del sol sobre los hombres que se deslizan felices, sobre sus miles de construcciones aparatosas, sobre la aún sobreviviente naturaleza.
Y entonces pienso en lo hermoso que puede ser cada día.
Cuando realmente despejamos nuestros ojos de toda memoria triste, y somos capaces de ver.
Es ahí, pues, cuando el mundo nos revela su celosa hermosura, muchas veces oculta, muchas otras opacada por la oscuridad en nuestro ser.

La genialidad del ser humano consiste en apreciar al mundo inmenso que lo rodea, contemplativamente, sin tratar de amoldarlo a sus gustos, de reconstruirlo a su medida.
Esta tierra, señores, ya tiene medidas propias.
Respetemos, pues, su talla de esfera gigante, de mezcla de materia en todas sus formas, de luces que rebotan por doquier para caer en los ojos de cada persona que aquí habita.

Aprendamos a amar sin miedo, a abrir esa caja de sentimientos que se esconde en los rincones más oscuros de nuestro interior.
Así como el mundo nos muestras esta hermosa mañana de abril su belleza;
Démosle también aquello que a nadie le falta, pero por alguna extraña razón que yace en nuestro subconsciente, nadie quiere entregar.





29 de Abril de 2006, Londres